viernes, 8 de octubre de 2010

El pecho que nunca contuvo un corazón

Ven a mi pecho, alma sorda y cruel, 
tigre adorado, monstruo de aire indolente;               
quiero enterrar mis temblorosos dedos 
en la espesura de tu abundosa crin;               

Sepultar mi cabeza dolorida 
en tu falda colmada de perfume               
y respirar, como una ajada flor, 
el relente de mi amor extinguido.      

         
¡Quiero dormir! ¡Dormir más que vivir! 
en un sueño, como la muerte, dulce,               
estamparé mis besos sin descanso 
por tu cuerpo pulido como el cobre.               

Para ahogar mis sollozos apagados, 
sólo preciso tu profundo lecho;               
el poderoso olvido habita entre tus labios 
y fluye de tus besos el Leteo.               

Mi destino, desde ahora mi delicia, 
como un predestinado seguiré;               
condenado inocente, mártir dócil 
cuyo fervor se acrece en el suplicio.               

Para ahogar mi rencor, apuraré 
el nepentes y la cicuta amada,               
del pezón delicioso que corona este seno 
el cual nunca contuvo un corazón.  


 Charles Baudelaire

Adán y Eva


Y Adán abrazó a EVA
Y al estrecharla entre sus brazos
Creyó que abrazaba toda la tierra.

Y allí, en medio de los campos,
Debajo de las ramas,
En pleno contacto con la tierra se juntaron
Sus cuerpos y sus almas,
Y Eva sintió que rugían
De placer sus entrañas
Cuando Adán afiebrado vertía
En ella el germen de la vida.



¡Oh instante solemne y profundo!
Instante supremo
Más grande que todo el universo
¡Oh apertura del amor en el mundo!

Vicente Huidobro