domingo, 26 de septiembre de 2010

La nada cotidiana - Zoé Valdés



Capítulo 1 (fragmentos) "La nada cotidiana" Zoé Valdés

"Ella viene de una isla que quiso construir el paraíso. El fuego de la
agresividad devora su rostro. Los ojos casi siempre húmedos, la boca
suplicante como la de una estatua de bronce, la nariz afilada.

Ella es como cualquier mujer, salvo que abre los ojos a la manera de las
mujeres que habitan las islas: hay una tranquila indiferencia en los
párpados. También tiene el cuerpo tenso, en contradicción con sus
pupilas demasiado fluidas. No es verdaderamente bella, pero tiene algo...
no sabríamos qué, quizás un rictus de ironía o bien un miedo
extraordinario. Ella no cambia nunca, no cambiará. Morirá joven y con
todos sus deseos.

 Está todavía desnuda, acostada en la arena, el mar alrededor de ella
acariciando su piel afiebrada. La han obligado a volver a su isla. Esa
isla que queriendo construir el paraíso, ha creado el infierno...

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(Fragmentos)
Capítulo 8. Las noches del nihilista

"A los diez minutos tocaba el timbre. Sudaba a mares por causa de
pedalear desesperadamente. Entró, sus ojos verdes se posaron en mis ojos
verdes. A ojo de buen cubero supe que me iba a enamorar. No sólo porque
me pasaba la vida enamorándome, es como una manía, sino porque estaba
atravesando el peor y más solitario de los instantes a causa de tanta
efímera compañía, y necesitaba a alguien inteligente, enigmático. Un
tipo que acabara conmigo y yo con él. Necesitaba morirme de amor,
vivirme de amor. Y que comprendiera que yo no soy fácil, que estoy medio
o absolutamente arrebatá. Hoy amo y mañana no soporto, y esas majaderías
no hay muchos que las soporten. Yo andaba buscando al amante eterno. Y
creo, a lo mejor me equivoco, que lo atrapé."

"El beso duró el resto de la película, pero no exclusivamente en la boca.
Él fue descendiendo con experimentada lentitud por mi cuello, me
lengüeteó desde la barbilla hasta los pezones, donde permaneció minutos
de goce interminable. Al rato fue aún más despacio, de mis senos a mis
costillas y de ellas al ombligo, y la punta de su lengua hizo estragos
en mi vientre. Después con sus dedos largos, apartó mis pendejos y
relució, rojo y erguido, mi clítoris. Allí estampó el beso que lo
consagró para la eternidad, el Nobel del cunilingüismo.Su nombre debiera
aparecer en el Guinness como el mamón más profesional que haya conocido
la civilización. Tuve siete orgasmos, o mejor, me vine siete veces.
Cuando se desnudó, su cuerpo griego me dejó pasmá, boquiabierta, baba
incluida.Este hombre se me antoja una exquisita obra de arte por dentro
y por fuera. Porque es tierno, paciente y pacífico. Su voz nunca se
altera en lo más mínimo. Es mi amante, no mi verdugo...(sigue)
 
La pinga (polla), ay San Lázaro bendito. El toletón (polla) del
nihilista es la octava maravilla del mundo. Porque portar un rabo como
ése es como poseer una cuenta corriente de millones de dólares en un
banco suizo. Cuando tu mano tropieza con la raíz del miembro, no puedes
evitarlo, la boca se te hace agua, las comisuras espumean.

Liso, catorce cms sin erección, el doble erecto. Es rosado como la piel
de un recién nacido, debajo de los tejidos brillan miles de venitas,
como un diminuto jardín de rosas rojas. Al tacto tiene la calidez de la
jalea real, ese vigor que cura hasta la más emperrá amigdalitis.La
cabeza es putona y cerebral, porque va justo al punto álgido, al del
triunfo. No descansa hasta agotar las vías a la solución perfecta, la
posición cómoda, la operación adecuada. Ejecuta febrilmente. Ella, su
picha, "no busca, encuentra", como Picasso. Es vibrante y sabrosona. La
savia de este hombre es como cuando ordeñan a una Holstein jovenzuela,
y el chorro cae en la vasija igual que una maná celestial.Ése es es
precisamente el sabor del esperma de este extraterrestre, un buche
estrellado, luminoso, interplanetarío, via satélite. Un ponche repleto
de una turba de saludables, deportivos y preñadores espermatozoides.

"y me besa mordiéndome cerca de diez minutos, la lengua me duele, la
encía se me entumece, la mandíbula se contrae y los labios se me hinchan.
Desciende a mi cuello y ahí hace lo mismo. Lo pellizco porque no me
gustan los moratones y el pellizo hizo el efecto de un latido en su
polla, los testículos se recogieron. Mis tetas se aprietan contra ellos
y mi lengua da la bienvenida a la monárquica cabeza del animal, el rey
de aquella selva que formaban los pelos de su pubis. Succiono hasta
quedar exhausta. Él menea su cintura hacia delante y hacia atrás y el
rabo me toca más atrás de la campanilla. En ocasiones tengo que
deternerlo enérgica entre vómito y placer, arqueadas y mareo jubiloso.
Mi clítoris se tensa, mi vulva mojada se retuerce. Él sigue embistiendo
en mi garganta.

A punto de eyacular, sale de mi boca con esfuerzo descomunal y va
corriendo a lavarse con agua fria. Me tiende sobre la cama, y allí nos
acostamos para deleitarnos con leves roces contenidos adrede. Luego me
masturba y mi cabeza da bandazos.

¿Por qué no nos sentamos uno frente a otro y tú encima de mi? Entiendo
perfectamente que debo enterrar su sexo en el mío y moverme de un lado a
otro, de izquierda a derecha y a la inversa, batiendo mi cintura,
besándolo con los ojos abiertos, y erguir mi espalda ...

"...de forma que mis
pezones den exactos en su boca y que él pueda chuparlos hasta el
hartazgo. Ahí tengo mi primer orgasmo. Lento, gozándolo centímetro a
centímetro, con los ojos idos en los suyos y los pelos de su pecho
rascando mis paradas tetas.

Un quejido descomunal me lanza con la espalda arqueada hacia atrás. Él
aprovecha y se zafa de mi. Furioso, lo cual me asombra, me vira de
espaldas a su cuerpo. Estira mis piernas, y las entreabre, mi nariz se
hunde en la seda de un cojín. El rabo descansa entre mis nalgas, él las
aprieta y como yo me meneo, aquello resulta ser una masturbación
sensacional, como cuando se hace entre los senos. Inesperadamente mi ano
va cediendo, y le ruego que me lo parta, pero al introducir sólo la
punta, el dolor es tan agudo que casi me desmayo. Sin embargo, ni eso me
despoja del deseo fulminante que siento de ser ensartada por detrás, mis
manos cooperan en separar las nalgas y él entra, poco a poco, cada vez
con menos trabas..

-Suavesito, suavecito, suplico yo.

El tono inocente de mi voz lo inflama poderosamente, y mientras más
dulce suplico, más encontronazos siento en mi interior. De repente se
decide por el impulso bestial. No puedo explicarlo, no hay acción para
que suceda así, pero mi vagina late desenfrenada. El dedo medio de él va
a parar dentro de ella y así acaricia su pene a través de un sencillo
tejido. Está a punto de correrse, pero se contiene.

Derrumbado, con todo el peso de su cuerpo escultural sobre el mío,
absolutamente inmóvil, espera a que se me pasen los efectos de la
corrida y a que vuelva a recuperar el deseo. Mi licor vaginal, natilla
grumosa, se desliza por mis muslos como nunca, hacia las rodillas. El
escozor ancestral remueve mis labios inferiores, ¡necesito ahí dentro el
relleno viril! Me arde la piel y él me pasa un trozo de hielo por las
axilas, por los pies, por la entrepierna. Tengo fuego uterino y él
introduce dos cubitos helados que derrito al instante. Se dirige a la
mesita de noche y abre el cajón mientras se relame los labios.

y pregunto: ¿qué haces? Él saca una cajita de vicksvaporub y le digo,
¿es que piensas que mi chocho está resfriado? Y me dice que es un
lubricante magnífico. y pienso yo, bueno, pues probemos.

Me echa un poco en mi vagina, se echa otro punto en la punta de su
mandarria y me da risa, parece como si quisiera aliviarle el dolor de
"cabeza" :) Comienzo a sentir la tota como un globo, un dirigible, y las
paredes de la vagina se aprietan unas con otras. Él me besa y la punta
me da en la perilla. No puedo evitarlo, me vuelvo a correr. Así,
latiente, mentolada, él me penetra hasta la altura del ombligo, y es
como si me rayaran una caja de fósforos familiar dentro y cada uno de
los fósforos fuera un orgasmo que debilitara mis sentidos y me expusiera
con mayor docilidad al goce. Ahí perdí la cuenta, no sé ya cuantas veces
han sido. Casi a punto de perder el conocimiento, él pega sus labios a
los míos y me besa atontado. Un escalofrío en el centro de gravedad nos
recorre a los dos. Segundos después, su esperma inunda mi raja...

1 comentario:

  1. Estupefacto.

    Tendre que buscarme una voluntaria que me lo lea susurrando.

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