Un suspiro que de tus labios tan profundo
sale y me parte el alma y me llena hasta
la savia pues penetra en mí impertérrito
hasta subyugar mi alma por completo.
Un beso dado por ti, niña mía, llena de
luz tan complicada vida errante que una
vez guió mis pasos pero que declina sus
latentes espasmos hacia tu dulce néctar.
Una caricia de tu mano es como cálida
brisa que colma mi desnudo cuerpo, atrapando
tu gracia entre mil algodones que simulan ser
mi alma abotagada de tanta pasión como exhala.
Un deseo de poseerte más allá de la oscura
silueta que marca el designio de dos enamorados
frente a frente, sintiendo su fuente de vida
entre sus vientres, calmado en saltos de brida.
Una pasión entendida como la unión de
dos almas entrelazadas en fuerte armonía
por la clara estancia del amor que profesamos
uno por el otro en claro arte derivativo.
Un entendimiento que va más allá de lo
racional pues lo pecado es venial y la
sustancia del deseo se queda en verso
de atolondrados momentos entre fogales besos.
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