jueves, 19 de mayo de 2011

Poema del fracaso




Quiso amar un recuerdo más fuerte que el olvido


y morir recordando... Pero no pudo ser.



Mi corazón, un día, soñó un sueño sonoro,


en un fugaz anhelo de gloria y de poder;


Subió la escalinata de un palacio de oro


y quiso abrir las puertas... Pero no pudo ser.



Mi corazón, un día, se convirtió en hoguera,


por vivir plenamente la fiebre del placer;


Ansiaba el goce nuevo de una emoción cualquiera,


un goce para él solo... Pero no pudo ser.


Y hoy llegas tú a mi vida, con tu sonrisa clara,


con tu sonrisa clara, que es un amanecer;


y ante el sueño más dulce que nunca antes soñara,


quiero vivir mi sueño... Pero no puede ser.




Y he de decirte adiós para siempre, querida,


sabiendo que te alejas para nunca volver,


Quisiera retenerte para toda la vida...


¡Pero no puede ser! ¡Pero no puede ser!



(José Ángel Buesa)

lunes, 31 de enero de 2011

Sí, es amor



Un suspiro que de tus labios tan profundo
sale y me parte el alma y me llena hasta
la savia pues penetra en mí impertérrito
hasta subyugar mi alma por completo.

Un beso dado por ti, niña mía, llena de
luz tan complicada vida errante que una
vez guió mis pasos pero que declina sus
latentes espasmos hacia tu dulce néctar.

Una caricia de tu mano es como cálida
brisa que colma mi desnudo cuerpo, atrapando
tu gracia entre mil algodones que simulan ser
mi alma abotagada de tanta pasión como exhala.

Un deseo de poseerte más allá de la oscura
silueta que marca el designio de dos enamorados
frente a frente, sintiendo su fuente de vida
entre sus vientres, calmado en saltos de brida.

Una pasión entendida como la unión de
dos almas entrelazadas en fuerte armonía
por la clara estancia del amor que profesamos
uno por el otro en claro arte derivativo.

Un entendimiento que va más allá de lo
racional pues lo pecado es venial y la
sustancia del deseo se queda en verso
de atolondrados momentos entre fogales besos.

martes, 7 de diciembre de 2010

Feliz navidad en dulce compañía



El Jardín Perfumado. (1434)
De cómo convertirse en un buen amante, Al-Nafzawi.


Has de saber, ¡oh!, Visir (¡la misericordia de Dios sea contigo!), que si deseas experimentar una cópula agradable, que proporcione igual satisfacción y placer ambas partes, es necesario retozar con la mujer y excitarla mediante mordiscos, besos y caricias. Vuélcala sobre el lecho, unas veces sobre su espalda, otras sobre su vientre, hasta que veas que ha llegado el momento del placer. Excítala besando sus mejillas, chupando sus labios y mordisqueando sus senos.

Besa su ombligo y sus muslos y apoya una mano provocativa sobre el pubis. Muerde sus brazos y no olvides ninguna parte de su cuerpo. Tómala estrechamente hasta que ella sienta tu amor, luego suspira y entrelaza tus piernas y brazos con los suyos.

Cuando veas los labios de una mujer temblar y enrojecerse, y languidecer sus ojos y hacerse sus suspiros más profundos, sabrás que desea copular. Éste es el momento para situarse entre sus muslos y penetrarla. Si has seguido mis consejos, ambos disfrutaréis de una noche encantadora que dejará un recuerdo delicioso.

Por tanto, hombres, cuando hayáis conducido a la mujer a la condición favorable, introducid vuestro miembro, y si entonces os preocupáis por moveros de la manera adecuada, ella experimentará un placer que colmará todos sus deseos. No abandonéis todavía su pecho.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Conquista la cumbre


...de mis montañas y clava allí tu bandera...luego dame la vuelta y hazme una entrega trasera...


L

jueves, 21 de octubre de 2010

Hundo en tu boca mi vida



Boca que arrastra mi boca: 
boca que me has arrastrado: 
boca que vienes de lejos 
a iluminarme de rayos. 

Alba que das a mis noches 
un resplandor rojo y blanco. 
Boca poblada de bocas: 
pájaro lleno de pájaros. 
Canción que vuelve las alas 
hacia arriba y hacia abajo. 
Muerte reducida a besos, 
a sed de morir despacio, 
das a la grama sangrante 
dos fúlgidos aletazos. 
El labio de arriba el cielo 
y la tierra el otro labio. 

Beso que rueda en la sombra: 
beso que viene rodando 
desde el primer cementerio 
hasta los últimos astros. 
Astro que tiene tu boca 
enmudecido y cerrado 
hasta que un roce celeste 
hace que vibren sus párpados. 


Beso que va a un porvenir 
de muchachas y muchachos, 
que no dejarán desiertos 
ni las calles ni los campos. 

¡Cuánta boca enterrada, 
sin boca, desenterramos! 

Beso en tu boca por ellos, 
brindo en tu boca por tantos 
que cayeron sobre el vino 
de los amorosos vasos. 
Hoy son recuerdos, recuerdos, 
besos distantes y amargos. 

Hundo en tu boca mi vida, 
oigo rumores de espacios, 
y el infinito parece 
que sobre mí se ha volcado. 


He de volverte a besar, 
he de volver, hundo, caigo, 
mientras descienden los siglos 
hacia los hondos barrancos 
como una febril nevada 
de besos y enamorados. 

Boca que desenterraste 
el amanecer más claro 
con tu lengua. Tres palabras, 
tres fuegos has heredado: 
vida, muerte, amor. Ahí quedan 
escritos sobre tus labios. 

Miguel Hernández

En ti me precipito



¿Qué exaltaré en la tierra que no sea algo tuyo?

A mi lecho de ausente me echo como a una cruz

de solitarias lunas del deseo, y exalto

la orilla de tu vientre.

Clavellina del valle que provocan tus piernas.

Granada que ha rasgado de plenitud su boca.

Trémula zarzamora suavemente dentada

donde vivo arrojado.

Arrojado y fugaz como el pez generoso,

ansioso de que el agua, la lenta acción del agua

lo devaste: sepulte su decisión eléctrica

de fértiles relámpagos.

Aún me estremece el choque primero de los dos;

cuando hicimos pedazos la luna a dentelladas,

impulsamos las sábanas a un abril de amapolas,

nos inspiraba el mar.

Soto que atrae, umbría de vello casi en llamas,

dentellada tenaz que siento en lo más hondo,

vertiginoso abismo que me recoge, loco

de la lúcida muerte.

Túnel por el que a ciegas me aferro a tus entrañas.

Recóndito lucero tras una madreselva

hacia donde la espuma se agolpa, arrebatada

del íntimo destino.

En ti tiene el oasis su más ansiado huerto:

el clavel y el jazmín se entrelazan, se ahogan.

De ti son tantos siglos de muerte, de locura

como te han sucedido.

Corazón de la tierra, centro del universo,

todo se atorbellina, con afán de satélite

en torno a ti, pupila del sol que te entreabres

en la flor del manzano.

Ventana que da al mar, a una diáfana muerte

cada vez más profunda, más azul y anchurosa.

Su hálito de infinito propaga los espacios

entre tú y yo y el fuego.

Trágame, leve hoyo donde avanzo y me entierro.

La losa que me cubra sea tu vientre leve,

la madera tu carne, la bóveda tu ombligo,

la eternidad la orilla.



En ti me precipito como en la inmensidad

de un mediodía claro de sangre submarina,

mientras el delirante hoyo se hunde en el mar,

y el clamor se hace hombre.

Por ti logro en tu centro la libertad del astro.

En ti nos acoplamos como dos eslabones,

tú poseedora y yo. Y así somos cadena:

mortalmente abrazados.

Julio Romero de Torres. 
Chiquita Piconera.

martes, 19 de octubre de 2010

Cuerpo de mujer


Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar al hijo del fondo de la tierra.

Fui sólo como un túnel. De mí huían los pájaros,
y en mí la noche entraba en su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.

Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
¡Ah los vasos del pecho! ¡Ah los ojos de ausencia!
¡Ah las rosas del pubis! ¡ Ah tu voz lenta y triste!

Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue y el dolor infinito.

Pablo Neruda

Quién pudiera morderte lentamente...


Quién pudiera morderte lentamente
como a una fruta amarga en la corteza.
Quién pudiera dormir en tu aspereza
como el día en la sierra del poniente.

Quién pudiera rendir la hastiada frente
contra el duro confín de tu belleza,
y arrastrar sonriendo la tristeza,
rota la paz y el paso indiferente.

Quién pudiera, mi amor, la alborotada
resistencia del alma distraída
conducir a tu parva apaciguada.

Quién pudiera ostentar, como una brida,
el arco iris sin par de tu mirada
desde tu luz a mi negror caída.

Antonio Gala

miércoles, 13 de octubre de 2010

Diario de un seductor

"...Ni siquiera ha reparado en mi presencia. Estoy situado al otro extremo del mostrador, totalmente ausente de mí mismo. De la pared frontera pende un gran espejo. ¡Con qué felicidad no recoge su imagen! Como un humilde esclavo, abandonado y fiel. Un esclavo para el que ella significa mucho, pero que no significa nada para ella. Se atreve a recoger su imagen, mas no a ella misma; la refleja, pero no la comprende. ¡Espejo desdichado que no puedes guardar su imagen en secreto y ocultarla a los ojos del mundo, sino que, por el contrario, se la muestras a todos los que la quieren ver! Esto es lo que yo estoy haciendo ahora. ¡Qué enorme tortura si el hombre estuviera constituido como tú lo estás! Y, sin embargo, hay muchos hombres que sólo gozan de lo que poseen en cuanto se lo muestran a los demás;....¡Qué hermosa eres! ¡Pobre espejo, para ti tiene que ser un suplicio no poder captar tanta belleza! ¡Claro que tú tampoco conoces la amargura de los celos! La forma de su cara es perfectamente ovalada. La inclina un poco hacia adelante, con lo que resalta más su frente, limpia y soberbia, que no revela en nada sus facultades intelectuales. Sus cabellos oscuros se ciñen suave y delicadamente en torno a sus sienes....

En este momento se quita un guante y nos muestra al espejo y a mí su diestra blanquísima y bien modelada, como la de una estatua antigua. No lleva ninguna sortija, ni siquiera el anillo de oro liso de las prometidas. ¡Bravo! Ahora levanta la cabeza. Su fisonomía permanece la misma y, no obstante, parece otra. La frente es un poco más alta y el óvalo de su cara no tan regular, pero más vivo.... No está prometida. ¿Ay, pero cuántas no están prometidas y con todo tienen amado, y cuántas que lo están, no lo tienen...!
¿Qué hacer? ¿Renunciaré a ella? ¿La dejaré tranquila en su alegría? Se dispone a pagar, pero ha perdido el bolso. De seguro que dará sus señas, mas yo no quiero oírlas, prefiero aplazar la sorpresa. Nos encontraremos de nuevo en la vida. Tengo que reconocerla, y quizá ella también me reconozca a mí, porque no es nada fácil olvidar mi mirada de reojo. ....
Nada de impaciencia, nada de voracidad, todo ha de gozarse tirando y atrayendo lentamente. Se ha convertido en el blanco de mi elección y no hay duda de que la atraparé."

Kierkegaard